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Acta Francisci Pp. 527
(incluyendo a sus pastores) y el Espíritu Santo se han podido encontrar
sin el clericalismo que busca controlar y frenar la unción de Dios sobre
los suyos. Sabemos que la pastoral popular como bien lo ha escrito Pablo
VI en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, tiene ciertamente sus
límites. Está expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de la reli- gión, pero prosigue, cuando está bien orientada, sobre todo mediante una
pedagogía de evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de
Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de
generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar
la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la
paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra
actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción. Teniendo en cuenta esos aspectos, la llamamos gustosamente "piedad popular", es decir, religión del pueblo, más bien que religiosidad ... Bien orientada, esta reli- giosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo (EN 48). El Papa Pablo VI usa una expresión que considero clave, la fe de nuestro pueblo, sus orienta- ciones, búsquedas, deseo, anhelos, cuando se logran escuchar y orientar nos terminan manifestando una genuina presencia del Espíritu. Confiemos en nuestro Pueblo, en su memoria y en su "olfato", confiemos que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y que este Espíritu no es solo "propiedad" de la jerarquía eclesial.
He tomado este ejemplo de la pastoral popular como clave hermenéu- tica que nos puede ayudar a comprender mejor la acción que se genera cuando el Santo Pueblo fiel de Dios reza y actúa. Una acción que no queda ligada a la esfera íntima de la persona sino por el contrario se transforma
en cultura; una cultura popular evangelizada contiene valores de fe y de
solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y
creyente, y posee una sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con
una mirada agradecida (EG 68). Entonces desde aquí podemos preguntarnos, ¿qué significa que los laicos
estén trabajando en la vida pública?
Hoy en día muchas de nuestras ciudades se han convertidos en ver- daderos lugares de supervivencia. Lugares donde la cultura del descarte parece haberse instalado y deja poco espacio para una aparente esperanza.